Dueña del silencio, de espacios inhabitados, de melodías ensordecedoras
carentes de lenguaje armónico, señora de los recuerdos, esa que de cuando en
vez se le ve tomando café con la costumbre, hablando de hazañas y maleficios.
Temida por muchos, apreciada por otros, nómada de caminos
sin final, compañera invisible, intocable pero capaz de hacerse sentir, fuerte
y persistente como un relámpago constante en un lago gris, cada vez que así lo desea.
Luis Golding.
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